
Soy Damián Muraña, o Pilgrim —que en este contexto bien puede ser mi apodo de cicloviajero—. Nací en una tarde de otoño de 1995 en Río Branco, Uruguay, donde crecí entre animales, bicicletas, libros y computadoras. Allí viví durante un tiempo hasta mudarme a Montevideo, donde continué mis estudios y mi vida. Pedaleo casi desde que tengo memoria, y trabajo desde hace más de 14 años en tecnología, especializándome en redes de computadoras y seguridad de la información.
A lo largo de los años recorrí diversos caminos dentro del mundo de las tecnologías de la información: desde la maquetación web y el diseño gráfico hasta la docencia en informática, la administración de sistemas y la ciberseguridad. En los últimos tiempos me he desempeñado como arquitecto de soluciones y responsable de seguridad de la información, roles que me apasionan profundamente. Más allá de lo profesional, he participado y apoyado múltiples causas con enfoque tecnológico: me interesan el software libre, la privacidad, el acceso a la información como derecho humano, la seguridad digital, y, en general, todo aquello que implique cuestionar las lógicas establecidas y construir un mundo más justo.
Después de varios años de trabajo intenso y aprendizajes profundos en el ámbito de la tecnología —y también de bastante activismo digital— empecé a sentir que necesitaba otro tipo de estructura en mi vida. Aún creo firmemente en las TIC como herramientas poderosas para conectar personas, amplificar voces y construir comunidad. Pero también pienso que, para que esto sea sostenible, tenemos que cuestionarnos cómo habitamos esos espacios, qué modelos elegimos sostener, y al servicio de qué fines ponemos la tecnología.
Así que, con estas ideas en mente y el deseo de tomar un respiro para replantearme la huella que quiero dejar en el mundo, elegí una vida que me permitiera aprender otras cosas —aprender del camino, literalmente—, vivir más despacio, y repensar mis vínculos con la naturaleza, la tecnología y las personas.
Durante la época de mis primeros viajes en bicicleta por Uruguay y de participar en grupos de ciclismo de muy diferentes características pero con la bicicleta como punto de conexión —¡un saludo especial a Masa Crítica, BiciUy, y Musimovil!—, fue cuando encontré a alguien con sueños tan grandes como los míos: conocí a Thaís y así el amor fue la primer gran «vuelta» que dio la vida en esta historia. Compartimos nuestras primeras rutas, avanzamos juntos, y con el tiempo, el viaje y la vida se convirtieron en un proyecto de a dos. Así nació esta nueva etapa: Vueltas a la vida. Un viaje en bicicleta, sin apuros, empezando por el sur del continente, llevando muchos sueños, varias ideas, un mapa a medio armar y el corazón abierto a lo que venga.


Como ya dije, me interesa explorar formas más humanas y sostenibles de habitar la tecnología. Sigo creyendo en una internet libre, ética y descentralizada. En una tecnología que libere, que esté al servicio de las personas. Pero también sé que la libertad no es solo digital: se siente cuando pedalear se vuelve tu forma de vida y el horizonte, tu agenda. Se siente al vivir según tu propio ritmo.
Para terminar esta presentación, diré que soy alguien analítico, curioso, y un poco obsesivo con los detalles. Me encanta aprender, lo que sea: un instrumento, un idioma, una tecnología o cómo construir una casa. Disfruto andando en bicicleta (seguro ya lo adivinaron) y en general en cualquier cosa que tenga ruedas y se mueva con mi propio esfuerzo. La música es una fuente constante de inspiración —casi sin importar el género—, algo que le da brillo y color a la vida. Me dejo atrapar por cualquier texto que se cruce en mi camino, aunque es en la poesía donde encuentro esa conexión sutil entre la naturaleza y lo profundo del ser humano. Me conmueven los paisajes naturales, las charlas sinceras, la armonía de lo bien hecho y las ideas que transforman el mundo y nos empujan a crecer. En mis alforjas van libros, una cámara de fotos, café (siempre café), ¡y muchas ganas de pedalear y compartir este viaje!
